Fue una repentina
sorpresa ver a Darío frente a mí. No sabía si estar feliz por su visita o
preocuparme por el problema en el que me metería cuando llegara Esteban.
Al abrir la
puerta me abrazó y dijo:
— ¡Hola preciosa!
¿Cómo estás?
— ¿Aún sigues
con él? ¡Yo que venía a declararte mi amor! —expresó con tono irónico.
Entramos a
la cocina, y en lo que calentaba el agua, se acercó a mí, abrazándome por
detrás. Besaba mi cuello y yo sentía su respiración en él. Giro mi cuerpo. Me
cogió por la cintura tratándome de besar. Lo quería, me atraía, me gustaba
estar con él, aunque no era correcto sentir eso. Me distancié de él y susurré:
Se fue
acercando más a mí. Dejé que me besara. Y es que sus besos sus caricias,
siempre me volvían loca. Era difícil resistirme a él. Mi conciencia quería
parar, pero mi deseo decía que continuara. Estuve a punto de dejar que
siguiese, hasta que tocaron la puerta. Me dirigí a abrir. Pensé en lo que había
hecho. ¡Estoy loca! ¿Por qué lo hice?
Al abrir. ¡Mierda! Era Esteban.
Me besó y me
entregó una rosa. !Dios, qué he hecho¡ Esteban es tan lindo conmigo
y yo envolviéndome con Darío.
De repente,
la sonrisa de Esteban se borró completamente. Su cara se llenó de tristeza y
odio. Sí, Darío estaba detrás de mí.
— ¡Esteban,
no! Escúchame por favor. No es lo que tú piensas —Grité desesperadamente.
Esteban se
marchó sin escuchar ninguna explicación. ¿Qué había hecho? Estaba llena de
rabia y de dolor.
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